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Cómo se vive en Rusia la invasión de Ucrania: con nervios y un rechazo creciente hacia Putin

Pocos pudieron predecir que el sangriento conflicto tendría consecuencias inmediatas para el Kremlin, pero el desespero y la inconformidad ya es palpable. "Todo el mundo está asustado. No sabemos lo que pueda pasar", dijo un residente de Moscú.

Por Alexander Smith — NBC News

El rublo está cayendo en picada, los mercados entraron en pánico y los ciudadanos rusos están desesperados por retirar sus ahorros de los cajeros automáticos antes de que se les acabe el dinero. Y mientras algunos se manifiestan contra la guerra, la élite multimillonaria ya ha comenzado a romper filas con el hasta ahora incólume presidente, Vladimir Putin.

Cada vez son más los que se cuestionan si Rusia tendrá la capacidad para salir de la crisis o cuál podría ser su próximo paso a tomar en una situación desesperada.

Son los efectos de la guerra en Rusia, la invasora de Ucrania.

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Cuando Putin inició la guerra contra Ucrania, pocos predijeron que el conflicto tendría consecuencias tan inmediatas para el Kremlin y el pueblo ruso.

Pero no solo ha provocado una avalancha de sanciones de Occidente, sino que también ha desatado boicots de las empresas occidentales en contra de sus patrocinadores rusos, varios países cerraron su espacio aéreo a los aviones rusos, y han cancelado eventos deportivos y de entretenimiento en los que iban a participar los atletas y estrellas de Moscú.

Un letrero de una casa de cambio con los tipos de cambio para comprar dólares y euros con rublos, en el centro de Moscú, Rusia
Un letrero de una casa de cambio con los tipos de cambio para comprar dólares y euros con rublos, en el centro de Moscú, Rusia, el 28 de febrero de 2022.Pavel Golovkin / AP

Casi de la noche a la mañana, Rusia se ha convertido en un Estado paria.

La moneda alcanzó mínimos históricos luego de perder el 40% de su valor el lunes. Y las acciones se desplomaron tan dramáticamente que el mercado de valores de la Bolsa de Moscú dejó de cotizar durante tres días seguidos. Incluso existe la posibilidad de que Rusia pueda dejar de pagar su deuda por primera vez desde 1998, advirtió el Instituto de Finanzas Internacionales, un grupo de presión bancario.

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En Moscú, varias señales revelaron hasta qué punto la campaña militar de Putin está perjudicando a su propio pueblo.

Extensas filas afuera de los cajeros automáticos serpenteaban mientras la gente intentaba retirar dólares para evitar que sus ahorros se evaporaran. Y hubo interrupciones en el servicio de transporte del metro cuando los sistemas de pago electrónicos fallaron y más personas tuvieron que recurrir a los boletos de papel que no habían usado en años.

“Las cosas ya se están poniendo más caras”, dijo Marina Vinogradova, de 39 años, una música que vive en Moscú y estaba tomando un café en uno de los centros comerciales de la ciudad esta semana. “Todo el mundo está asustado. No sabemos qué va a pasar”, agregó.

Vinogradova dijo que su esposo es una de las personas que ya no ha podido retirar dólares. Otro amigo ya no pudo terminar de comprar su casa porque sus ahorros dejaron de tener el valor que tenían solo unas semanas antes, explicó.

Y después de que Estados Unidos y Europa acordaron aislar a los bancos rusos del crucial sistema SWIFT que maneja los pagos bancarios internacionales, algunos hoteles de Moscú solicitaron a los clientes que liquidaran las facturas anticipadamente en caso de que sus sistemas de tarjetas de crédito dejaran de funcionar.

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Es difícil tener una idea precisa del peso de la opinión pública en Rusia, después de años de represión de la disidencia por parte de Putin. Pero incluso en un país que rutinariamente reprime la oposición política y limita la libertad de expresión, y donde los medios de comunicación están dominados por los canales de televisión estatales del Kremlin, las señales de inquietud son claras.

Una encuesta realizada por la estación de radio Echo Moscow encontró que, incluso en este entorno de información restrictiva, más de una quinta parte de los rusos dijeron que estaban en contra de la guerra.

El martes, la estación fue sacada del aire por ser demasiado crítica con el Kremlin, dijo su editor a The Associated Press. La oficina del fiscal general de Rusia la acusó de difundir “información falsa” sobre el conflicto.

Las autoridades, justificándose por la pandemia de coronavirus, han limitado aún más las manifestaciones políticas. Pero aun así miles de personas en todo el país han protestado por la invasión de Ucrania. Casi 6,500 personas han sido arrestadas desde el jueves pasado, según el grupo independiente de derechos humanos con sede en Moscú OVD-Info.

Es innegable que existe una oposición real a la invasión de Ucrania por parte de Putin. Una petición de Change.org iniciada por el veterano activista de derechos humanos Lev Ponomarev superó las 1.1 millones de firmas este miércoles.

Mientras tanto, unos 6,000 trabajadores médicos, 3,400 arquitectos e ingenieros y 500 maestros han firmado cartas abiertas contra la guerra, una rara declaración masiva de descontento en un país donde criticar al Gobierno puede conducir al arresto.

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Artistas, celebridades e intelectuales han criticado la "operación militar especial" del Kremlin en Ucrania. Sin embargo, la oposición menos esperada ha sido la de los oligarcas rusos: empresarios que se hicieron multimillonarios en el periodo que siguió a la caída de la Unión Soviética en la década de los años 1990, muchos de los cuales son hombres cercanos a Putin.

Mikhail Fridman, cofundador del Alfa-Bank de Rusia que, según Forbes, tiene una fortuna de casi 13,000 millones de dólares, fue uno de los empresarios sancionados esta semana por la Unión Europea, que lo describió como “un importante financista ruso del círculo cercano de Putin”.

Fridman, quien nació en Ucrania y ha negado esas acusaciones como “difamatorias”, se distanció este lunes de la guerra de Putin. En una carta abierta al personal, dijo que “la guerra nunca puede ser la respuesta” y que “esta crisis costará vidas y dañará a dos naciones que han sido hermanas durante cientos de años”.

El mensaje de Occidente ha sido claro: los días de los oligarcas rusos alrededor de Putin criticando a Occidente —mientras arriban en sus yates a Mónaco, se van de fiesta en Londres y París y educan a sus hijos en las escuelas occidentales de élite— se terminaron.

En su discurso del Estado de la Unión el martes por la noche, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, advirtió a los oligarcas: “Iremos por sus ganancias mal habidas”.

Todo esto contrasta con el estado de ánimo antes de la invasión, cuando el expresidente y ahora alto funcionario de seguridad Dmitry Medvedev descartó las “lamentables sanciones” de Occidente como una “impotencia política”.

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El miércoles, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, reconoció que “ahora la economía rusa está experimentando un duro golpe”, pero sostuvo que “hay un margen de seguridad. Nos mantendremos de pie”.

También aseguró a los periodistas que “el apoyo a las acciones de Putin es muy alto” y que “esto le da fuerza al presidente”.

Pero el líder ruso se enfrenta a presiones en el extranjero y en su propio país. Con la invasión avanzando más lenta de lo que se esperaba, Putin ha intensificado sus bombardeos contra civiles ucranianos y ha amenazado a Occidente con una guerra nuclear, algo que también podría engullir a muchos de los 144 millones de habitantes de Rusia.

“A la mi**** con Putin, a la mi**** con la guerra”, dijo un hombre de 31 años a NBC News en Moscú esta semana. “Tenemos mucho miedo de que pueda iniciar una guerra nuclear”, dijo, negándose a dar su nombre por temor a represalias de los servicios de seguridad de Rusia. “Creo que puede hacerlo porque está loco”, destacó.